Nidia Maria Vargas Rendón
Biografía
Soy Nidia María Vargas Rendón, nací el 16 de septiembre de 1965 en Rionegro, Antioquia, me gradué como Bachiller, luego obtuve el titulo de Especialista en Educación, dedicándome a la docencia por 37 años. Desde muy pequeña sentí el gusto por el texto escrito, mi hermano mayor y mi padre me infundieron el interés por la lectura. Recuerdo las grandes enciclopedias que mi papá llevaba a casa y las obras que mi hermano obtenía a través de lo que, en aquel tiempo se llamaba “Círculo de lectores”. Evoco historias hermosas, hago alusión sólo a una “La colina de watership”, bella novela fabula, con una trama real y vigente contextualizada en el mundo de los conejos. Conmovió mi corazón de niña, “Quinto y Avellano”, me enseñaron que abrir y disfrutar de un libro es uno de los tesoros más grandes, porque mueve la mente, el corazón y el cuerpo. Con los versos de Gustavo Adolfo Bécquer me gustó la poesía, y desde el colegio le escribía las cartas de amor a mis enamoradas compañeras para sus novios.
Luego busqué textos clásicos, no me importaba su tamaño, me acerqué siendo muy joven a Don Quijote de la Mancha, Cien años de soledad, Los miserables, El conde de Montecristo, Madame Bovary, hasta que a través del Colegio fui conociendo otros géneros. Quise estudiar para ser Maestra de Literatura, y logrando avanzar un poco en esta licenciatura degusté otros clásicos que me enamoraron, de Swift, “los viajes de Gulliver”, de Cortázar, “Rayuela”, de Bashevis Singer, “El Esclavo”; de Emily Bronte su “Cumbres Borrascosas”. A pesar de no terminar esta carrera, de ella adquiera gran fortaleza en mi afición por la literatura. Héctor Abad Faciolince con su “Oculta” y “Fragmentos de amor furtivo” también conmovieron no sólo mi alma, sino mi historia personal, y por que no escribirlo, Piedad Bonet con su “Lo que no tiene nombre” donde narra lo más doloroso de su vida.
Quiero ir un poco más allá en este relato autobiográfico para expresar que lo que escribo me nace del corazón, libera, exorciza, sana, calma, serena, confronta, mitiga, apacigua, tranquiliza, aclara; pero también me ha fortalecido al expresar mi dolor, mi vacío, mi frustración. Escribir ha sido el bálsamo para desenredar los hilos de mi vida al enfrentar la situación más triste: la muerte de un hijo.
No soy escritora, soy solo una mujer que cree en el poder de la palabra y de las ideas que pienso, aprendo, leo, escribo, afino, comparto, organizo y comunico desde una situación que muchos viven, y se esa palabra ayuda a otros, me siento satisfecha. Creo que la escritura conserva la cultura, la vida y el amor, alimenta los afectos, mueve lágrimas, risas y enojos, así mismo, construye puentes y moviliza el ser para transformarlo.
A través de mis escritos, no revelo el escrito de un dolor, muestro la forma de enfrentarlo a través de la lectura de otros que han sufrido lo mismo, dejándome arrasar por las palabras que brotan de un corazón desparramado de pena y desazón , obnubiladas por las lágrimas, deformadas por la mano temblorosa, pero sobre todo auténticas, porque nacen de lo profundo del corazón. También lego una mirada diferente del duelo por los aprendizajes que quedan, las lecciones de vida, la fuerza que da el sentirse débil, y sobre todo la fuerza de la Fe para superar los momentos más difíciles de la vida.
Para finalizar solo agradecer el milagro de la Palabra: hablada, escrita, en cualquier idioma, gestualizada, perenne, hermosa, fuerte, potente, curiosa, completa, susurrada, cariñosa, gritada, bondadosa, que anima, alienta, confronta, reclama…Por ella, Dios, hizo el mundo, y a través de ella lo salva, lo recrea a diario, porque ella es instrumento de expresión, justicia y amor “En el principio era la Palabra, y la Palabra era con Dios, y la Palabra era Dios” (San Juan).
Nidia María Vargas Rendón.
